La fiesta de la carne…

Hace ya algunos años, en un carnaval, tuve una experiencia no muy grata… Mi estado alcohólico había desembocado en una riña por conservar mis pertenencias… y bueno, la cosa terminó para mí, en un hospital…

En fin… la misma situación ahora vista desde la comodidad de una grada, fue el catalizador de una serie de pensamientos, que muchas veces me cuesta trabajo dejar fluir.

Para empezar, el “alboroto”, “desenfreno” y “algarabía” inusual… son el reflejo de lo que significa la famosa fiesta de la carne. En verdad el carnaval son un sin fin de paganos hablando idiomas diferentes… algunos el idioma de la lujuria, otros el idioma de la gula, otros el idioma de la violencia…

Eran los inicios del desfile y yo ya intentaba acallar mi mente sociópata, cuando me susurraba al oído ideas de repudio a la masa carnestolenda. Pero fue hasta el final del desfile, cuando la gente se retiraba de sus lugares preferenciales, y los comerciantes, turistas e incomprendidos sociales, conformaban el rezago de la fiesta; se empezaron a escuchar sonidos de batalla, alguien gritando- “¡agrúpense, agrúpense!”-… de repente se lograron ver grandes grupos de jóvenes, robando y golpeando gente al por mayor, la histeria de los espectadores en las gradas se hacia visible, eran espectadores del nuevo circo romano. Todo aquel que se encontrara en grada se encontraba a salvo… sin embargo, el osado turista que hubiera cometido el error de estar en la arena de los gladiadores y el comerciante perezoso, que no tuvo la prudencia de retirarse a tiempo, serían objetivos primordiales para aquella masa violenta.

El primer espectáculo se presentó casi en frente de mi grada… Unos cuantos jóvenes habían herido a un muchacho que se aferró a su cámara digital tanto como si fuera un recuerdo feliz que al dejarlo te quedara menos vida. Al final tres policías que pasaban por ahí, logran pescar a uno de los pillos, mientras seguían golpeando al joven en el suelo. Los socios del pez ahora pescado, huyeron entre la turba, sin embargo al revisar a la victima un “pica hielo” sobresalía en su pierna derecha. Pasaron alrededor de 15 minutos, y un escuadrón de policías se hizo presente en la escena del crimen, proporcionando esposas y una camilla de brazos para el herido.

No habían pasado ni cinco minutos en que la policía se había ausentado, cuando al lado izquierdo de mi visión y mi grada, otro grupo de vándalos empezaron a golpear a un joven, el cual venia acompañado de una pareja, que por su vestimenta, aparentaban ser turistas nacionales con alrededor de 30 años de edad.

La golpiza era más bien una masacre en medio de la calle… al primer joven lo habían arrastrado al medio de la avenida, habían dejado de ocuparse de su torso y piernas, para ocuparse únicamente de la cabeza, la cual sonaba tétricamente al contacto de una patada tras otra. Mientras tanto la pareja se encontraba acorralada por varios de los gandules, propinando patadas y golpes al hombre, el cual para huir de la golpiza que se le avecinaba, utilizó a su mujer como escudo, tomándola de los hombros, y recargándose en una palmera, moviendo a la mujer hacia donde fuera que los gandules se movieran. De más estaría decir que la mujer en cuestión recibió alguno que otro golpe, muy a pesar de los caballerosos pandilleros, los cuales intentaban esquivar a la mujer en desgracia, usando patadas y golpes voladores que pudieran alcanzar al hombre. Ah, y para el que quisiera saberlo, les podría decir que la mujer era atractiva y el hombre se veía pudiente.

Para ese entonces la mezcla de recuerdos propios de situaciones como esta, y mi frustración e impotencia, me hacían presa de un llanto interno. Mis compañeros impactados, disfrutaban el espectáculo con curiosidad, y tengo que decir que aunque confío en ellos, mi confianza en ese momento se remitía a que si osaba bajar de la grada a defender a la mujer y al joven, el resultado sería que mis compañeros esperarían a que terminaran conmigo, para después llevarme presurosos al hospital…

Mi llanto interno era ya inconmensurable… mi mano aferrada a la frontera de la grada empezaba a lastimarme por aferrarse a ella con la fuerza que la frustración otorga. Fue entonces cuando uno de los jóvenes que rentan espacios y sillas para ver el carnaval, tomo el boleto de la inmortalidad en mi mente.

Era un joven de entre 20 a 25 años, no más alto que yo, pero si más ancho… se encontraba levantado las sillas que su familia rentaba, y se encontraban justo debajo de la grada a mi derecha. El joven armado solo con su piel morena y rasgos faciales negroides, se abalanzó sobre los pandilleros que golpeaban sin cesar la cara magullada del victimado en el medio de la avenida… Con el primer golpe, derribó para no levantarse a uno de los victimarios, mientras que uno de los compañeros del pandillero, hacia el llamado de la tribu, a la guerra contra el joven “sillero” -“A él, todos a él” se lograba escuchar a lo ancho de la calle. De repente eran 6 jóvenes pandilleros contra uno; al verse en desventaja, el joven “sillero”, empezó a soltar golpes y patadas al aire, lo cual mantenía a raya a los pandilleros. Pero después en cuestión de segundos, el joven se cansó, y al parecer, en vez de correr, la mejor opción que encontró, fue recluirse entre sus sillas y familia… Caso seguido los pandilleros encontrarían en las sillas, un arma en contra del joven y su familia. Ver como una anciana es alcanzada por una silla voladora de plástico, es un espectáculo que dudo los antiguos creadores del circo romano aprobaran.

En fin… así como en cuestión de segundos llegó la violencia, también así en cuestión de segundos se había ido… El joven “sillero” tenía ensangrentada la cara debido a una abertura en la parte superior de la cabeza, la cual fue completamente vendada al llegar los paramédicos. Una mujer que al parecer pudiera ser la novia o la hermana del sillero, al ver lo que probablemente era mi cara de repudio hacia la humanidad, se dirigió hacia mí desde el lugar donde se encontraban el herido y los paramédicos… -Eso le pasa por pendejo- dijo la joven mujer como sabiendo de antemano que en mí, encontraría replica… -Sí todos fuéramos tan valientes como él, nada de esto pasaría- Le contesté.
-De valientes y gente como él, están repletos los panteones- Dijo tajante la joven… A lo que ya no logró sacar una respuesta de mi parte… ya que yo era uno de los que estaban fuera del panteón u hospital… por lo tanto, su lógica, era mí lógica.

Después mis compañeros y yo, terminaríamos la velada haciendo anecdótico, lo que debería ser una experiencia que, como el fuego al metal, nos cambiara el alma.

Pero la realidad, es que al final, estábamos de nuevo tan ensimismados en nosotros mismos, que volvimos a nuestro mundo… aquel mundo donde el asunto a tratar, es la obsesión de uno de nosotros, por su novia de antaño, el trabajo, y la lujuria obtusa que domina a muchos de nosotros…

Pobres… pobres de nosotros…

Hace poco acepte que necesito ayuda para salir de mi estado autodestructivo; pero… y al mundo ¿Quién le da terapia?

En verdad me hubiera encantado terminar con una canción como “Carnaval toda la vida” de los Fabulosos Cadillacs… Pero mucho me temo que lo único que queda en la reflexión del día… es un miércoles de ceniza… porque eso sí, después de carnaval, siempre llega la cuaresma.

Caifanes/Miércoles de ceniza

¿Te acuerdas cuando jugabas con el?
Siempre desde los árboles se miraban.
Solo con el podías hablar,
Solo con el podías llorar.

Ahora es un hueso,
Enterrado,
Olvidado,
Olvidado.

¿Te acuerdas cuando hablaban de la muerte?
Decían que era un futuro interminable.
Ahora que pasa?
Donde te encuentras?

¿Te acuerdas cuando se convertían en dioses?
Decían que nada los iba a separar.

Ahora es un hueso,
Enterrado,
Olvidado,
Olvidado.

En un miércoles de ceniza.
En un miércoles de ceniza.
En un miércoles de ceniza.
En un miércoles de ceniza.

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Bueno, si voy a poner a los Fabulosos, porque un verdadero carnaval es lo que necesito en mi corazon cansado de ver tragedias… porque ya es otro día, amanece y es verdad eso que dicen sobre que en el cenit de la noche, la luz esta por hacerse presente…

Fabulosos Cadillacs/Carnaval toda la vida


“Solo te pido que te vuelvas de verdad y que el silencio se convierta en carnaval”…

Pero no un carnaval como el que vieron mis ojos inquietos, un lunes en algún lugar del mundo… más bien un carnaval de alegría vívida por ser y estar…