jueves, 12 de abril de 2007

Pisamos el mismo suelo…

En 1955, Ernesto Guevara era un doctor de 26 años de edad, que había llegado al Distrito Federal un año antes luego de meses de realizar un recorrido en motocicleta desde Rosario, Argentina, su tierra natal. Su intención era trabajar en el Hospital General, pero al no encontrar respuesta, se dedicó a la fotografía para subsistir. Entonces, no se le conocía con el mote de “El Che”, ni se perfilaba como símbolo revolucionario en América Latina. Tampoco conocía a Fidel Castro, a quien contactó en la Cuidad de México en 1956 para de ahí embarcarse hacia a Cuba y preparar la revolución.

El “Che” Guevara” y su novia, Hilda Gadea, eligieron la ciudad de Cuernavaca para casare en 1955, pero no tenían papeles…Cuernavaca, Mor., 12 de marzo (aproximadamente)- Eligieron esta ciudad para casarse. Ella, joven y atractiva, lucía un elegante vestido negro con flores en rojo, blanco y rosa, en combinación con zapatos negros de tacón alto. Él, un conjunto de gabardina beige, camisa blanca y botines cafés. Sin embargo, Hilda Gadea Acosta y Ernesto Guevara de la Serna no lograron cumplir su anhelo.

Era mayo de 1955 y despuntaban los primeros rayos del sol. En el Registro Civil del ayuntamiento, el juez Juan Ferrera, conocido por su rigor al aplicar la ley, ya esperaba a la pareja con instrucciones “superiores” de casarlos sin ningún problema.

Tan pronto los tuvo frente a sí, les pidió su documentación. Ella era peruana; él, argentino. Habían salido de sus países en busca de mejores oportunidades de vida y trabajaban en México de manera ilegal, sin documentos. Ferrara interpretó esto como una invitación a violar la ley y no se prestó. Pidió comprensión y la pareja se retiró.

Para aliviar el mal rato, el ayuntamiento puso a disposición de los novios un automóvil, chofer y dinero para realizar un recorrido por lugares históricos de la ciudad. César Villegas Romero, entonces un joven de 18 años de edad que trabajaba de office boy en la oficina de Obras Públicas del ayuntamiento, recibió instrucciones de esperar a los extranjeros a las afueras de la puerta principal de la Catedral de Cuernavaca, edificio de piedra del siglo XVI.

La pareja se había conocido años atrás en Guatemala y se reencontró en México. Finalmente se casaron en agosto de 1955 en Tepozotlán, estado de México, pero el acta original no llevó la firma del juez. En aquella época, Cuernavaca gozaba de fama internacional no sólo porque abundaban los autos con placas de Estados Unidos, sino porque era la ciudad de Erich Fromm, Malcom Lawry, el embajador Dawin Morrow, artistas, pintores, intelectuales y actores famosos, como Tyron Power.

http://www.proceso.com.mx/especial.html?nta=48819&esp=1173503129


Ernesto no es uno de mis personajes históricos favoritos (no me gusta la idolatría que genera). Sin embargo esta historia me gusta por que muestra su común denominador, una persona como cualquiera, que solamente necesitó deseo para seguir sus sueños… a donde lo llevarían esos sueños es otra historia…

Es curioso saber de las personas que pisaron el mismo suelo que tú pisas y sentirte en un vinculo infinito que te lleva a fraternizar con alguien, aunque este muy lejos… En verdad, todos somos parte del mismo mundo…



Ernesto prendiéndole un puro a Jean Paul Sartre…

2 comentarios:

Me, MyseLf and I dijo...

este post si que me gustó...
lo vi.. pero hasta ahorita lo leí, aunque tmpoco me gusta el Che...
:P

tschüSs.. my dear¡¡

El hombre cósmico… dijo...

tschüss para ti también... jijiji