jueves, 28 de julio de 2011

¿Cuándo callarse?

Amy Winehouse ha muerto.
Publicado por Eduardo de Gortari el Lunes 25 de julio del 2011



"El sábado por la mañana, mientras cavilaba sobre lo desgastado de los unpluggeds de MTV, pensé que ella hubiera tenido un excelente unplugged; hubiera sido capaz de revitalizar ese formato de presentación lleno de lugares comunes y entorpecedores requerimientos (como usar un bajo acústico que casi siempre suena como eléctrico). Por desgracia ella tenía otros medios de promoción en mente. Por la tarde me enteré de su último plan: morir a los 27. Tengo que aceptar que le quitó un poco el polvo a esa serie de coincidencias que ha tornado en leyenda urbana. El Club de los 27: músicos geniales muertos en circunstancias supuestamente extrañas a los 27 años de edad. Lo cierto es que desde Kurt Cobain nadie se había integrado al selecto grupo.

De inmediato los medios y el público hablaron de Winehouse como un miembro más de esa lista de fallecimientos prematuros. Si los cinco miembros míticos del Club de los 27 interpretaron una tragedia solemne, Winehouse estelarizó la parodia: su muerte tuvo un aire de cliché y dejo de ruín profecía. Desde hace años una página de internet organizaba apuestas donde se jugaba a atinarle a la muerte de la cantante, y todo gracias a que en vida desarrolló la burla, involuntaria, de los clichés de los artistas populares. Como pueden ver, lo de menos aquí ha sido si Winehouse era una gran cantante o una formidable compositora; lo único importante es que era artista y se murió a una edad mítica. En definitiva un pésimo final para la inglesa de pelo abultadísimo: le dio al mundo justo lo que querían y esperaban. Su deceso ha suscitado en estos días más morbo y burlas en Twitter que auténtica tristeza por el fallecimiento de una cantante de innegable talento.

Por otro lado, ¿de verdad es tan importante ese club?, ¿significa algo? Si uno consulta la entrada de Wikipedia del Club de los 27 se encuentra, sí, con los “miembros originales” (Jones, Morrison, Joplin, Hendrix, Cobain) pero también con muchos colados en la fiesta: desde el auténtico bisabuelo del rock y simpatizante del diablo, Robert Johnson, hasta, ¡dios me libre!, Valentín Elizalde. Con la introducción por demás arbitraria de Elizalde es inevitable recordar el apotegma con que Groucho Marx y Woody Allen enfrentan las relaciones sociales: “yo no pertenecería a un club que acepte gente como yo”. Y, sobre todo: “yo no pertenecería al club que acepte a Valentín Elizalde”.

La muerte de Winehouse opera en detrimento de su legado. Si bien era una gran artista, tuvo una carrera efímera, apenas dos discos que, por muy buenos que sean, no se pueden comparar con el trabajo de los “miembros originales”. Winehouse fue dejando una obra que se antoja trunca y aunque fue uno de los emblemas de la década pasada, nunca tuvo la notoriedad de Joplin o Cobain. Tuvo, sin duda, una gran influencia: revivió el soul (que andaba como zombie con tanto artista gringo de plástico) y por ello ahora nos mandan desde Inglaterra variopintas cantantes que no pueden esconder el sello Winehouse e incapaces de superar a su maestra. Son copias sin gracia.

Celebro su voz: como cantante tuvo la fortuna de poseer una voz potente y educada que nunca abusó del garigoleo, del adorno inútil del que abusan cantantes de American Idol para demostrar que “cantan”. Ella sabía que cantaba tan bien que podía ganar por default; eran tan buena que no tenía que demostrarlo en cada compás. En eso se parece a Eric Clapton que, a pesar de ser nombrado “dios” por una pared londinense, siempre ha trabajado guiado por la mesura: el que mejor toca es el que sabe cuando callarse.
Celebro, igualmente, su capacidad como compositora: nadie como ella para hacer letras agridulces (como en “Love is a Losing Game”) o francas provocaciones (como en “Rehab”). Nadie como ella para recuperar el lustre perdido del soul: “You Know I´m No Good”, con ese ritmo implacable, refrescó el género de forma inesperada. Celebro, incluso, su extrañísimo arreglo. Y, claro está, admiro que los Estados Unidos le hayan negado la entrada para recoger sus grammys; aunque no le dieron visa por adicta, la negativa gringa le dio inéditos aires de terrorista musical. Winehouse destacó en una década sin tanto brillo por haber sido absolutamente original en su música e imagen y por ser absolutamente predecible en todo lo demás.

El único error de Winehouse fue el macabro juego que jugó con la prensa: su rebeldía mediática, al igual que la de Pete Doherty (otro favorito de la prensa amarillista inglesa), parecía un tanto chafa por previsible: su rebeldía en el fondo era una sumisión. Medio mundo la conoció por su enorme música; la otra mitad por sus escándalos; algunos por ambas cosas: “Qué bien canta la loca esa”, decía mi padre. Espero que en el futuro, cuando se apague el frívolo interés por las circunstancias de su vida y muerte, Amy Winehouse sea recordada por su genialidad y por la auténtica rebeldía que impuso en sus discos y en los escenarios. Espero que en el cielo de drogas, donde dice el buen Feli Dávalos, descansará la reina de la locura durante la década del 2000, recapacite y se niegue a entrar a ese grupo de músicos muertos que últimamente anda muy devaluado
."


http://www.elhorizontal.com/2011/07/amy-winehouse-ha-muerto/



"su rebeldía en el fondo era una sumisión"

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