sábado, 21 de mayo de 2011

El club de los humildes...

El poema de Gilgamesh que se considera la narración escrita más antigua de la historia conocida, empieza su relato diciendo en su primera tablilla: “El quien vio las profundidades”

“Aquel que vio todo hasta los confines de la tierra, que todas las cosas experimentó, consideró todo... juntamente..., de sabiduría, que todas las cosas. Lo oculto, vio, desveló lo velado. Informó antes del Diluvio, llevó a cabo un largo viaje, cansado y derrengado. Todo su afán grabó en una estela de piedra. De la terraplenada Uruk el muro construyó, del reverenciado Eannal, el santuario puro.”

Por lo regular éste párrafo ha sido la piedra angular de la crítica que hace mi hermano ante mi pensamiento sobre el cenit de la incompetencia humana para preservar la congruencia social y el beneficio existencial…

De cierta manera puedo aceptar que hay lógica en su pensamiento… tal vez el hombre tiene una marcada tendencia a pensar que su época es el cenit de la degradación humana… Pero dejando la desesperanza a un lado y mi propia contestación ante tal argumento (ya que considero que la interpretación que le da mi hermano a dicho párrafo puede ser errónea)… hoy bien podría retomar dicho párrafo para resaltar un vicio que me aqueja hace mucho tiempo… “Orgullo…”

Hoy mientras atendía a una de mis materias en la maestría, cuestioné como suelo hacer a mis profesores, sobre lo postulado en la clase… el tema en sí era relacionado a la definición y tratamiento de las competencias… Y el asunto es que para cuando presenté mis argumentos y se me dio una negativa a ellos, al parecer mi silencio y cara de desaprobación característica, terminaron por causar malestar en mi profesor en turno, con lo cual me terminaría diciendo:

“Carlos, sabes muchísimo de casi todo… pero estas muy joven y te falta mucho por aprender, además de que estas aquí para completar una maestría; ¿no sería deseable que te abrieras a la posibilidad de que puedes equivocarte, o de que tal vez podamos dialogar para completar un conocimiento, en vez de quedarte callado y darme tu cara de desaprobación?”

A continuación el profesor explicó sus argumentos y yo los míos para que después aceptáramos un punto medio en el que nuestros argumentos aparentemente convergen.

Para ser honesto sigo pensando que tenía la razón en criticar lo propuesto, y la explicación que dio sobre el tema, no me satisfizo en lo absoluto. Sin embargo, el comentario que hizo a mi persona, fue un reflejo claro de la persona en la que me he convertido. Ese viejo discurso en el que argumento mi casi nulo conocimiento de casi nada… ya hace mucho que no lo repito al espejo.

Tiene mucho tiempo que noto en algunas personas esa misma reacción ante mis silencios o desacuerdos; y mientras en mi imaginario, el quedarme callado o buscar la no confrontación, es una manera condescendiente y amable de llevar las cosas en paz, la realidad es que al parecer la condescendencia puede ser una falta de respeto… y hace tiempo que mis gestos y actitudes le faltan el respeto a todo aquel que entre en dialogo conmigo.

Si bien, no sé a ciencia cierta cómo puedo librarme por completo de una actitud tan arraigada, supongo por experiencia que el primer paso es la consciencia… Pero no solo la consciencia de la realización del acto, que sería un paliativo, sino más bien la consciencia de una idea un tanto dolorosa: “No siempre tengo la razón”
Es una actitud sumamente riesgosa, la que se pasea siempre por mi mente ante la insinuación de una confrontación intelectual, en la cual el menosprecio por las ideas ajenas es una constante.

¡Humildad!… grita mi actual consciente… nunca olvides que somos libros, hijos de otros libros… y que saberte vulnerable, no es en ningún momento signo de debilidad.

Conquístate a ti mismo... me repito todo el tiempo... ¿hace cuánto se volvió solo una frase en mi discurso?

Vamos… entremos al club de los humildes… al club de los que saben que no todo está visto… que no hemos llegado a lo profundo...

Mecano: "El club de los humildes"

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La llama de la libertad
se ha convertido en soledad

Y los agobios que me daba el convivir
se han transformado en un silencio
de aburrir

Es la conclusión
que no se está mejor
ya te necesito alrededor

Para que vuelvas a endulzar
mi mala leche con tu paz

Y desde el club de los humildes rescatar
aquellos besos que he tirado sin amar

Es la conclusión
que no se está mejor
ya te necesito alrededor

Y si me vuelven a asaltar
las ganas de petardear

Dame dos hostias y hazme ver
que estar aquí
es un milagro que se puede compartir

Es la conclusión
que no se está mejor
ya te necesito alrededor

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