Era uno de esos días accidentados en que te pescan a medio camino unas ganas de llegar a tu trono, y sientes que vas a parir al mundo… Entonces me encontré con la disyuntiva de tener que entrar a un baño público o regresar a mi casa. Como la carne es débil y el gusto es grande, entre al baño público…
Una vez dentro, me encerré en el aseado pero concurrido baño. Entonces al haberme sentado y cerrado la puerta, empecé a examinar mí alrededor, con lo cual me tope con el siguiente pensamiento:
“Lo difícil de la vida me ha hecho pensar… con lo cara que esta la comida y a donde viene a parar…”
Acto seguido, me cague de la risa…
No cabe duda que habemos muchos filósofos de inodoro, y que la vida adquiere un sentido y perspectiva diferente cuando nos encontramos sentados en el famoso habitáculo…
Conclusión: Nunca nada tiene sentido hasta que lo ves escrito en el baño…
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